Ocasión perdida
- Jose Manuel
- 25 dic 2014
- 3 Min. de lectura
Felipe VI, nos obsequió está Nochebuena con un discurso insustancial. Su Mensaje de Navidad fue un mensaje vacío y desilusionante para muchos de los que esperaban su debut en esta clase de eventos.
Es cierto que en una Monarquía Parlamentaria, como la española, el Rey es una figura decorativa que, de forma obligada, recita lo que le dicta el Gobierno de turno. Pero se esperaba, yo al menos esperaba, que en este su primer discurso navideño, se desmarcara de la disciplina gubernamental e insuflara en el ánimo de los españoles algo de optimismo. Al menos a los españoles que siguen sin ver el final del túnel a esta crisis impuesta por aquellos que se esconden bajo la denominación “mercados”. Y que los Gobiernos de España, el de ahora y el de antes, han sido incapaces de solucionar en beneficio de la mayoría social.
Este mensaje navideño, como era de esperar, se fundamentaba en los tres problemas que más preocupan a la sociedad española: Corrupción, crisis económica (paro incluido) y debate soberanista.
Su afirmación, sobre la corrupción, de que “Debemos cortarla de raíz y sin contemplaciones”, es, seguramente, compartida por la gran mayoría de los españoles, sin embargo, ninguna referencia a la Infanta imputada. Podría haber aprovechado la ocasión para decir que la Infanta y el Sr. Urdangarin serían, “sin contemplaciones” desposeídos de sus privilegios nobiliarios. Facultad, esta última, que le corresponde como Monarca.
No obstante y con carácter general, ¿quién no puede estar de acuerdo con su idea de que hay que cortar de raíz la corrupción? Bueno, seguramente a los corruptos no les habrá parecido muy bien dicha idea compartida, pero como obvió los mecanismos que habrían de implementarse para acabar de raíz con esta lacra, me parece a mí que los destinatarios de esta poda se encuentran bastante tranquilos.
Por otra parte, señalar que “Necesitamos una profunda regeneración de nuestra vida colectiva. Y en esta tarea, la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable”, parece indicar, al menos a mí me lo parece, que es “nuestra vida colectiva”, es decir, nuestra sociedad la que necesita regenerarse y no las instituciones, con los partidos políticos a la cabeza, quienes precisan de dicha regeneración. Echamos en falta alguna referencia a la financiación de los partidos políticos, modificación de la Ley electoral, etc.
En la parte de la epístola real dedicada a la situación económica, se ha echado en falta, en mi criterio, un mensaje de aliento para todos aquellos que, con mayor ferocidad, han sufrido sus efectos. Ninguna referencia a los enormes recortes que ha sufrido el Estado de Bienestar durante estos años de la crisis. Ninguna referencia a la brecha social que se ha abierto en España en estos últimos años. Ninguna referencia a los crecientes índices de pobreza que sufre nuestra Sociedad. En definitiva, ningún mensaje que hubiera insuflado un poco de esperanza en el corazón de quienes han sufrido en sus carnes los efectos de la crisis.
Pero quizás, en mi criterio, la parte más endeble de su mensaje, fue la referida a la cuestión catalana. Es cierto que estamos en Navidad y el recurso a expresiones sentimentales en esta época, es inevitable. El “vuelve a casa por Navidad” está muy bien para los anuncios turroneros. Pero me parece a mí que no es suficiente para solucionar el problema de Cataluña y su encaje en el Estado. Solo desde el respeto mutuo, el dialogo permanente y la modificación pactada entre todos los españoles de las reglas de juego, que permita a los catalanes y al resto de los españoles expresar democráticamente su voluntad, será posible el reencuentro, de ambos, en el proyecto común.
En definitiva, escasas diferencias entre el primer discurso del Monarca ejerciente respecto a los últimos del Monarca emérito. Una ocasión perdida.



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